martes, 27 de diciembre de 2016

La gran Ola



La joven Mara y la Maestra habían salido, como cada amanecer, a meditar en la orilla del mar.

Maestra, a veces pienso en la soledad de Dios y me entristezco.

- Mara querida, ¿cómo es eso?

- ¿Me prometes que me tomarás en serio si te cuento la verdad?

- Querida niña, siempre te escucho en serio. Sé quien eres.

- Perdona por dudar, maestra.

La joven Mara empezó a hacer dibujos con sus dedos sobre la arena mojada. Tras unir en una circunferencia todos los signos, observó lo que había escrito y con determinación lo borró con el pie derecho.

- Verás, me llegó un mensaje suyo.

Mara fijó su mirada en el horizonte.

- Dios pertenece a una especie muy lejana en un mundo muy lejano que se destruyó en otro tiempo y en otra dimensión hace miles de años. Él es el único de su especie. Durante cientos de siglos vagó solo por los universos paralelos y sintió la verdadera soledad del alma en su interior.

De pronto una ola gigante se alzó allá donde Mara tenía puesta su atención. Maestra y alumna se dedicaron una mirada de reconocimiento, pero no se movieron.

- En uno de los tiempos más complicados de sus mundos, Dios tomó una importante decisión que retaba al destino y a las leyes de su especie: crearía vida a su imagen y semejanza. A cambio del libre albedrío, exigiría el cumplimiento de unas leyes básicas de amor y respeto a la vida.

La gran ola avanzaba hacia la orilla donde maestra y alumna seguían mirando el horizonte.

- La primera vez que escuchó el llanto de un ser humano supo que amaría a aquellas hermosas e imperfectas criaturas hasta el final de sus días. Puso su fe y amor en la configuración de todas las almas que conformamos el mundo, al cual periódicamente regresamos.

- Es una historia muy hermosa, joven Mara.

- Maestra, creo que es cierta. Pero ahora Dios está muy triste. De un tiempo a esta parte cada vez le duele más cómo nos hacemos daño los unos a los otros sin permitir que el amor y la alegría invada nuestros corazones. Por eso hace años que apenas aparece el sol. Lo que más le entristece es pensar que puede volver a quedarse solo. Hace siglos que dejó de crear almas nuevas y muchas de las que se van han empezado a desaparecer sin trascender.

La gran ola estaba a punto de impactar contra los cuerpos de la Maestra y la joven Mara. Maestra y alumna se pusieron en pie, dispuestas a aceptarla. En ese instante, la ola quedó detenida en el espacio y en el tiempo.

- Maestra, ¿vamos a morir ahora?

Durante unos segundos, la Maestra permaneció en silencio. Luego se adelantó hasta alcanzar a tocar el agua de la gran ola con los dedos.

Joven Mara, está claro que Dios nos ama -dijo mostrando su mano húmeda mientras sonreía.

En el horizonte el sol se desperezaba y una hermosa tonalidad anaranjada invadía la nueva mañana en la bahía.

- Quizás hoy Dios amaneció esperanzado – dijo la joven Mara.

Al día siguiente, Mara y su Maestra, se despertaron empapadas, con las ropas mojadas. Todo estaba lleno de agua. El suelo, los muebles de la cabaña, las alfombras, las sábanas... Mara se asomó desnuda a la ventana y una ráfaga de aire fresco le secó la cara.

- Mira Maestra, hoy de nuevo ha salido el sol – celebró con risas la joven Mara.



Santa Coloma de Gramenet, 5 de agosto – 27 de diciembre de 2016

martes, 1 de noviembre de 2016

Labrando esperanza, sembrando fe




Bajaron los ángeles
cayeron demonios
por las grietas de los cielos
los niños ciegos
de los inframundos
hicieron holocaustos
en los túneles de los subterráneos
los asesinos y los proxenetas 
ofrecieron el perdón
a sus víctimas.
Algunos de los guardianes
de los umbrales
dejaron abiertas
las cancelas de los sueños.
El mundo se abocó
a uno de sus finales
y ni las mujeres ni las putas
podían hacer nada
por convocar
el regreso de la vida.
La sombra del horror
llovió sobre Dios.
Solo Mara caminaba.
Mara la no mujer.
Mara el no hombre.
Mara el Ser.
Mara el NoSer.
Cada paso que daba
se hendía en la esperanza.
Sabía que moría a cada lágrima.
Sabía que en el silencio
de las calles todo, todos
se despedían y la mayoría
sufría.
El ser humano decía adiós.
Convocó en los cuatro puntos
a las puertas de Hyperion
rogó con las uñas a Dios
y le llamó Padre, Madre, Origen.
En la noche 
los truenos
y la luz que asombra el mundo
con la profecía del dolor
parió el día artificial
y la noche murió 
en el deseo de azul.
Los universos se debatían
contra sus propias persianas
de fe.
Mara caminó y caminó.
Sobre el asfalto, sobre la arena,
sobre el agua, sobre el alquitrán,
sobre el fuego, sobre las brasas, 
sobre las cenizas que firmaban
un testamento finito.
Al llegar al lago de la Esfinge
su rostro no se reflejaba 
en el agua.
A sabiendas de la ilusión
las ondas del Espíritu
la mecieron durante un tiempo
eterno.
El tiempo que tardó Dios
en llorarnos y llamarnos 
con profundo amor.
Al despertar, Mara sintió
hambre y sal y gusto amargo.
Un niño sentado frente a ella
le entregó unas semillas.
Se cuenta que las semillas
eran de Loto y mientras
olvidaba dio en parto libre
el mundo que conocemos hoy.
Cada vez que cada uno 
cada una de nosotras
sueña el final 
un ángel se levanta en algún lugar
del mundo
y de la mano de un demonio
recorre el mismo camino
que hizo Mara
hasta bañarse en el lago
de la Esfinge.
Así es como el mundo sigue
y volvemos a nacer
con un destino renovado.
Se dice que la nueva Mara
ya ha nacido y camina.
El día que la veas
sonríe pues siempre hay alguien
una Mara
que está dispuesta 
a caminar para nada
a caminar para todo
a caminar a caminar
a caminar a caminar
labrando esperanza
sembrando fe.


(*) Foto de Gertrudis Losada.




lunes, 10 de octubre de 2016

Querida Mara II



Querida Mara,

Tu espíritu me acompaña dondequiera que vaya. Eres luz, eres sombra y eres camino. Eres presente. Siempre. Aquí y ahora. Aquí y ahora. Eres también respiración: inspiración y exhalación.
Viniste a mí porque ya vivías en mí. Tienes todos los nombres aunque te llame Mara.
Eres unidad y diversidad.
Tu mensaje es un mensaje de paz. Pues conoces la guerra y la has atravesado. Tu mensaje es amor pues conoces la ausencia del ser. Tu mensaje es palabra pura inscrita en las entrañas del silencio.
Lo aceptas todo y todo te es dado.
Regresas al sitio donde viviste y nos contemplas con compasión.
Vives en el dentro.
Habitas el corazón.
Quietud. Paz. Camino. Equilibrio.
En el silencio del ser no hay preguntas, ni respuestas, ni dudas, ni certidumbres. Hay el no ser. El todo.
La gracia te acompaña y cuida de ti. Nada es finito. Nada es para siempre. Por eso todo es paz, luz, sombra, descanso eterno. Iluminación sin brillo. Sencillez máxima.
Los ríos, las montañas, los mares, todos los animales, los seres vivos más insignificantes son amor. Son totalidad efímera que es siempre eterna. Pues nada se olvida en el cosmos y las estelas divinas son guardianas del ser y el no ser. 
En el estado del ser nada es importante y ninguna pasión quema. El ser es no ser es ser en estado de gracia con el todo.
Al mirarnos a los ojos podemos vernos y aceptarnos en el otro, el otro siempre es nosotros. Si nosotros accedemos al ser, el ser accede al otro.
Siéntate a contemplar el fluir del agua, escucha su mensaje, permite la humedad del alma.
Escucha tu divinidad. Sé. No hay ayer. Ni mañana. Solo aquí y ahora.



Santa Coloma de Gramenet, 6-9 de agosto de 2016

sábado, 6 de agosto de 2016

Conversaciones de la maestra con la joven Mara II



  • Maestra, tú que conociste a Mara, ¿por qué crees que siempre eligió los caminos más difíciles?

  • Una vez también se lo pregunté. Estábamos sentadas al borde del Gran Lago, en las montañas sagradas del País del Noroeste. Amanecía. Habíamos pasado toda la noche practicando la vigilia consciente. Su rostro estaba iluminado y en paz.

La Maestra respiró profundo, como si pudiera ver en ese mismo instante a Mara. El fuego crepitó con más fuerza y saltó un trozo de madera entre las cenizas.

  • Te miraba y sabías que todo tenía una nueva oportunidad. En sus ojos no había fin. Ni principio. Solo el infinito.

La alumna sonrió y miró fijamente a la maestra.

  • Eso me pasa a mí contigo, maestra -dijo la alumna y bajó tímida la mirada.

  • ¿Sabes? No era muy diferente de ti o de mí. Nació con el don de dar paz.

Un jarrón cayó de la repisa de la chimenea rompiéndose en pedazos. La alumna se sobresaltó. La maestra cogió un trozo de la loza rota y lo guardó en su mano derecha.

  • Como tú – dijo la maestra tendiéndole el trozo de loza a la alumna.

  • Como tú – dijo la alumna aceptando el trozo de loza de la maestra.

La alumna miró el trozo de loza y le pareció que tenía forma de medio corazón. Miró el resto de pedazos esparcidos por el suelo en busca de la otra mitad. De pronto, lo encontró. Juntó ambas partes y se las entregó a su maestra que sonriente volvió a aceptar los trozos de loza.

  • Pero, maestra, no has respondido a mi pregunta.

  • Ah, sí, ¿por qué Mara siempre elegía los caminos más difíciles? Es muy sencillo, querida niña, no sabía caminar de otro modo. Para ella lo difícil siempre fue fácil.



Playa de la Mar Bella, 2 de agosto de 2016
Mara Laura

domingo, 15 de mayo de 2016

Conversaciones de la maestra con la joven Mara




  • Maestra, pero si todo el mundo está contaminado, ¿cómo evitaré yo la contaminación?
  • Confianza en tus pies, en tus manos y en tu corazón. El resto no forma parte de tu camino.
  • Iré – dijo con firmeza la joven Mara mientras cogía una fruta del cesto y a continuación le daba un mordisco.
  • No, no irás, querida, ya has llegado. Ya estás.
  • Pensaba que el viaje no había comenzado y que tendría al menos unos días para meditar. Para prepararme.
  • Ahora lo que necesitas, joven Mara, es descansar y disfrutar de este paisaje hermoso que nos acoge.
A través de la ventana de la cabaña, las dos mujeres, veían resbalar las gotas de lluvia sobre el cristal. La joven Mara acabó su fruta y poco a poco fue cayendo en un sueño reparador. La maestra se levantó de la mecedora y abrió la ventana. Una corriente de viento del Este inundó la estancia y golpeó los objetos. Sobresaltada, la joven Mara, se despertó.

  • ¿Qué ocurre?
  • Es el viento del Este, joven Mara, él te acompañará. Debes aprender a recibirlo y a escucharlo pues el viento es amo y señor de sí mismo. Quizás puedas influir en el discurso del fuego o del agua o de la tierra, pero jamás harás nada que el viento no quiera. Y ahora vuelve a dormirte - dijo la maestra cerrando la ventana.
Al cabo de unas horas, un fuerte olor a sopa caliente inundaba la estancia. Mara y su maestra se reunieron alrededor de dos platos humeantes y comieron en silencio. A la mañana siguiente, había dejado de llover y las montañas ofrecían sus laderas verdes y brillantes a los rebaños de los pastores.

Cuentan los biógrafos de Mara Truth que nunca supo quién era en verdad su maestra y que lo más importante que le enseñó en aquellos días fue a escuchar la verdad y a confiar en el rugir del viento. Tiempo después, todos los vientos estarían con ella en los momentos cruciales de la humanidad que todos conocéis.


Santa Coloma de Gnet, domingo 15 de mayo de 2016