Querida Mara Truth,
Eres uno de los grandes encuentros de
mi vida y tú lo sabes y yo lo sé. Quiero que vivas, esté yo
presente o en intensa ausencia conectada. Aunque no lo oculto, nada
me gustaría más que llevarte conmigo encima de los escenarios,
compartiendo con otras mujeres creadoras y paridoras lo que significa
tu voz. Una voz clara y alta, profunda y conmovedora que alienta al
mundo a enfrentarse con su dolor y a generar vida y paz allí donde
solo hay sufrimiento y pérdida. Tú eres amor, compasión y piedad.
Y eres también perdón y rabia y hasta odio alérgico a las
convenciones que nos aprisionan. Tu canto de libertad desde la
imperfección más humana debe escucharse.
Tal vez la fuerza redentora de tu
existencia se quede tan solo en la espuma enervada de la gran ola que
siempre intenta purificar el mar pero muere en el intento. Pero en la vida no hay empresa
grande o pequeña, solo hay acto constante que libera
nuestros pasos y nos impulsa, no solo al despertar, sino también a
soñar, a caminar, a crear.
Esta Mara se entrega. Se lanza. Deja
espacio y espera a la escucha. Y acepta, en constante voluntad de
comunión y hermandad, lo que la vida y el arte tenga a bien
depararle.
Solo el amor nos urge a mover el mundo,
a desordenarlo, a recrearlo, a asumirlo aún en la victoria más
desestabilizadora y en la derrota más sabia. Y amor es lo que eres,
lo que somos. O lo que debiéramos ser.
Y sí Mara, sabemos que no sabemos y
nos queda tanto que es emocionante, excitante y absolutamente
embelesador.
Hágase el camino así en la luz como
en la sombra, sea yo paje, reina o comparsa, que la paz y el amor
iluminen nuestros corazones, no nos dejes en la lucha alzar el
cuchillo, líbranos de nuestros demonios y de los suyos, amén.
Y como es noche mágica, noche de reyes, quiero volver a pedirte que vivas, que vivas, que vivas...
Te quiero, Mara.
Te amo, Mara.